EL 26 DE DICIEMBRE, JUSTO DESPUÉS DE NAVIDAD, LA IGLESIA CATÓLICA CONMEMORA A SAN ESTEBAN
El 26 de diciembre, justo después de Navidad, la Iglesia Católica conmemora a San Esteban, un joven cristiano que realizaba grandes prodigios en medio de su pueblo.
En el libro de Hechos de los Apóstoles, la Biblia nos presenta a Esteban como un “hombre lleno de fe y del Espíritu Santo”, elegido junto a otros seis diáconos que los apóstoles seleccionaron para ser cooperadores de su ministerio y dar servicio a las viudas y a los pobres en una de las primeras comunidades de Jerusalén.
Esteban, siendo tan solo un joven, destacó en su servicio por desempeñar correctamente las funciones que se le asignaban y por siempre anunciar la buena nueva con una impresionante sabiduría. Se decía que el Espíritu Santo habitaba en él.
El relato cuenta que, en su último discurso, él afirmó que Jesús se encontraba en el Cielo a la derecha del Padre. Estas palabras desataron la ira de los miembros del Sanedrín, quienes se abalanzaron sobre él y lo llevaron fuera de la ciudad para lapidarlo.
La Palabra dice también que Esteban, dando gran testimonio de fe, aún bajo una lluvia de piedras, murió pidiendo perdón por sus asesinos.
Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: <<Señor Jesús, recibe mi espíritu>>. Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: <<Señor, no les tengas en cuenta este pecado.>> Y diciendo esto, expiró.
(Hechos 7, 59-60)
Desde entonces se le reconoce como protomártir, al ser el primer mártir que derramó su sangre por proclamar su fe en Jesucristo.
En el clima de la alegría Navideña, sorprende quizá esta conmemoración. Pero, más que señalar el sufrimiento de este amado joven, habremos de admirar su fiel ejemplo. El martirio de San Esteban nos habla de una lucha entre el bien y el mal que terminó con el nacimiento al cielo de un santo. Con su muerte, aquel dichoso joven nos recuerda el profundo mensaje de la venida de Jesús al mundo: nuestra salvación. Misma que sólo encontraremos si, y sólo sí, perseveramos hasta el final.
Oremos hermanos para que Cristo sea la luz de nuestro camino siempre y podamos perseverar en el camino de la fe, como lo hizo San Esteban. Que el nuevo año que se avecina sea una valiosa oportunidad para establecer propósitos que busquen dar Gloria a Dios en nuestra vida y, de su mano, logremos construir algunos peldaños más en el camino a la Santidad.
Oro por ti,
Myriam Ponce
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