domingo, 5 de mayo de 2019

Evangelio del día 5 mayo 2019


EVANGELIO DEL DIA DOMINGO
5 de Mayo de 2019

Blanco Domingo III de Pascua MR, p. 359 (360) Lecc. I, p. 332: LH., 3ª. Semana

Otros santos: Hilario de Arlés, obispo; Nunzio Sulprizio. Beato Gregorio Frackowiak, presbítero y mártir.

SAN PEDRO SIEMPRE PRESENTE
Hech 5, 27-32. 40-41; Apoc 5,11-14; Jn 21, 1-19

La primera y la última lectura que nos presenta la liturgia dominical nos ratifica el papel preponderante que ejerció el pescador de Betsaida, llamado Simón y rebautizado por Jesús con el nombre de Cefás, es decir, piedra, o Pedro. El narrador nos permite reconocerlo en sus diferentes perfiles, el pescador animoso y entusiasta que lanza y recoge la red repleta de peces; el discípulo apenado por el triple cuestionamiento del Maestro y la consiguiente advertencia sobre los sufrimientos que le sobrevendrían en su vejez. San Lucas nos presenta a un apóstol firme y enérgico que se planta con toda su fuerza y personalidad ante el Consejo de Israel, defendiendo su libertad de creer y de expresar abiertamente su adhesión a Jesucristo muerto y resucitado. La fuerza del Espíritu Santo fortificó a Pedro y lo convirtió en testigo del Salvador. La enseñanza es clara: en adelante hay que obedecen Dios antes que a los hombres.

ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 65, 1-2

Aclama a Dios, tierra entera. Canten todos un himno a su nombre, denle gracias y alábenlo. Aleluya.

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido, para que, al alegrarse hoy por haber recobrado la dignidad de su adopción filial, aguarde seguro su gozosa esperanza el día de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo.

Del libro de los Hechos de los apóstoles: 5, 27-32.40-41

En aquellos días, el sumo sacerdote reprendió a los apóstoles y les dijo: "Les hemos prohibido enseñar en nombre de ese Jesús; sin embargo, ustedes han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas y quieren hacernos responsables de la sangre de ese hombre".
Pedro y los otros apóstoles replicaron: "Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de la cruz. La mano de Dios lo exaltó y lo ha hecho Jefe y Salvador, para dar a Israel la gracia de la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que lo obedecen".
Los miembros del sanedrín mandaron azotar a los apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos se retiraron del sanedrín, felices de haber padecido aquellos ultrajes por el nombre de Jesús. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 29,2.4. 5-6. 11-12a. 13b

R/. Te alabaré, Señor, eternamente. Aleluya.

Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste. R/.
Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo instante y su bondad, toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo. R/.
Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente. R/.

SEGUNDA LECTURA

Digno es el Cordero, que fue inmolada de recibir el poder y la riqueza.

Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan: 5,11-14

Yo, Juan, tuve una visión, en la cual oí alrededor del trono de los vivientes y los ancianos, la voz de millones y millones de ángeles, que cantaban con voz potente: "Digno es el Cordero, que fue inmolado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza".
Oí a todas las creaturas que hay en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar —todo cuanto existe—, que decían: "Al que está sentado en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos".
Y los cuatro vivientes respondían: "Amén". Los veinticuatro ancianos se postraron en tierra y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
R/. Aleluya, aleluya.

Resucitó Cristo, que creó todas las cosas y se compadeció de todos los hombres. R/.

EVANGELIO

Jesús tomó el pan y el pescado y se los dio a los discípulos.

discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Cana de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy apestar". Ellos le respondieron: "También nosotros vamos contigo". Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.
Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿pan pescado algo?". Ellos contestaron: "No". Entonces él les dijo: "Echen la red ala derecha de la barca y encontrarán peces". Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.
Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: "Es el Señor". Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros.
Tan pronto como saltaron a tierra vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar".
Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: "Vengan a almorzar". Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Quién eres?, porque ya sabían que era el Señor.
Jesús se acercó tomó el pan y se lo dio y también el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?". Él le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos".
Por segunda vez le preguntó: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Elle respondió: "Si, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Pastorea mis ovejas".
Por tercera vez le preguntó: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: "Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas.
Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras". Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: "Sígueme".
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

Se dice Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL

Invoquemos, amados hermanos, a Cristo, triunfador del pecado y de la muerte, que siempre intercede por nosotros diciendo: Te rogamos, Señor. R/. Te rogamos, Señor.
O bien: Rey de la gloria, resucítanos contigo.
Para que Cristo, el Señor, atraiga hacia sí el corazón de los fieles y fortalezca sus voluntades, de manera que busquen los bienes de allá arriba, donde él está sentado a la derecha de Dios, roguemos al Señor.
Para que Cristo, amo supremo de la creación, haga que todos los pueblos gocen abundantemente de la paz que en sus apariciones otorgó a los discípulos, roguemos al Señor.
Para que Cristo, el destructor de la muerte y el médico de toda enfermedad, se compadezca de los débiles y desdichados y aleje del mundo el hambre, las guerras y todos los males, roguemos al Señor.
Para que Cristo, el Señor, salve y bendiga nuestra parroquia (comunidad), y conceda la paz, la alegría y el descanso den las fatigas a los que hoy nos hemos reunido aquí para celebrar su triunfo, roguemos al Señor.
Acrecienta, en nosotros, Padre misericordioso, la luz de la fe, para que en los signos sacramentales, sepamos reconocer siempre a tu Hijo, que se manifiesta constantemente a nosotros, sus discípulos, y haz que, llenos del Espíritu Santo, proclamemos con valentía ante los hombres que Cristo es el Señor. Él, que vive y reina, inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, los dones que, jubilosa, tu Iglesia te presenta, y puesto que es a ti a quien debe su alegría, concédele también disfrutar de la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I- V de Pascua, p. 504-508 (500-504).

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Lc 24, 35

Los discípulos reconocieron al Señor Jesús, al partir el pan. Aleluya.

O bien (opcional) Cfr. Jn 21, 12-13

Dijo Jesús a sus discípulos: Vengan a comer. Y tomó un pan y lo repartió entre ellos. Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Dirige, Señor, tu mirada compasiva sobre tu pueblo, al que te has dignado renovar con estos misterios de vida eterna, y concédele llegar un día a la gloria incorruptible dela resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- Un par de fracasos asocian las lecturas con san Pedro. Una mala noche de pesca era apenas un pequeño descalabro. El experimentado pescador parecía haber perdido el olfato y la destreza acumulada durante años. Un fracaso mayor fue sin duda haberse desentendido y renegado de su Maestro la víspera de su muerte en cruz. Estos fracasos no mantuvieron a Pedro en la desolación. Debió ser un hombre resiliente, como dicen ahora. La experiencia de su cobardía y su torpeza no lo quebrantó para siempre. Se acogió a la esperanza, se tragó su vergüenza y confesó su voluntad de amar y servir a Jesús. Un apóstol valiente, curtido por la fuerza del Espíritu Santo y por la confianza en la fidelidad del Padre que resucitó a su Hijo, pudo cumplir el encargo del Señor pastorear con valerosa firmeza a la comunidad de los discípulos. Esta historia de vida nos permitirá renovar nuestra esperanza y levantarnos de nuestras pequeñas o grandes caídas.

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