LAS MOMJAS AGUSTINAS CERRARON EL OBRADOR PARA FABRICAR MASCARILLAS DURANTE PANDEMIA DE CORONAVIRUS
Hasta la monja de más edad, de 72 años, se entregó a la tarea para ayudar a los sevillanos
«Nos acostamos todos los días a medianoche y sólo paramos para comer y rezar». Las agustinas del monasterio de San Leandro de Sevilla no se daban abasto durante estos días. Y no precisamente por la alta demanda cuaresmal de sus celebres yemas, sus deliciosos pestiños de San Agustín o las magdalenas de Santa Rita que ellas mismas amasan en el obrador del convento, como sería norma habitual en estos días. El dichoso coronavirus les obligó hace a cerrar un torno que cada vez recibía menos visitas. «Extrañadas de que viniese tan poca gente, una noche pusimos el telediario de Canal Sur, porque a nosotras nos gusta lo nuestro, y nos enteramos de que el Gobierno había decretado el estado de alarma, que la gente no podía salir a la calle y de que hacían falta muchas mascarillas», explicó desde la clausura del monasterio la abadesa de la congregación, la sevillana sor Natividad. «Esa misma noche –dice– decidimos encargar dos rollos de tela y varios conos de elásticos a Plasticosur y ponernos a hacer mascarillas».
Y así fue cómo las 18 religiosas de la congregación cambiaron las cocinas por la sala de costura, los mandiles por las batas de quirófano, los huevos y la harina por las bobinas de hilo y los rollos de tela y se pusieron, como heroínas de cuento, a plantar batalla al coronavirus desde la modestia de su clausura con el único objetivo de ayudar a los sevillanos. Día y noche las agujas de sus máquinas coser no descansaban de pespuntear los rollos de tela que recibían como donaciones para fabricar mascarillas a un ritmo frenético. «Se corrió la voz de que estábamos haciendo mascarillas y ya tenemos lista de espera», apuntó la abadesa.
Hasta la monja de más edad, de 72 años, se entregó a la tarea para ayudar a los sevillanos
«Nos acostamos todos los días a medianoche y sólo paramos para comer y rezar». Las agustinas del monasterio de San Leandro de Sevilla no se daban abasto durante estos días. Y no precisamente por la alta demanda cuaresmal de sus celebres yemas, sus deliciosos pestiños de San Agustín o las magdalenas de Santa Rita que ellas mismas amasan en el obrador del convento, como sería norma habitual en estos días. El dichoso coronavirus les obligó hace a cerrar un torno que cada vez recibía menos visitas. «Extrañadas de que viniese tan poca gente, una noche pusimos el telediario de Canal Sur, porque a nosotras nos gusta lo nuestro, y nos enteramos de que el Gobierno había decretado el estado de alarma, que la gente no podía salir a la calle y de que hacían falta muchas mascarillas», explicó desde la clausura del monasterio la abadesa de la congregación, la sevillana sor Natividad. «Esa misma noche –dice– decidimos encargar dos rollos de tela y varios conos de elásticos a Plasticosur y ponernos a hacer mascarillas».
Y así fue cómo las 18 religiosas de la congregación cambiaron las cocinas por la sala de costura, los mandiles por las batas de quirófano, los huevos y la harina por las bobinas de hilo y los rollos de tela y se pusieron, como heroínas de cuento, a plantar batalla al coronavirus desde la modestia de su clausura con el único objetivo de ayudar a los sevillanos. Día y noche las agujas de sus máquinas coser no descansaban de pespuntear los rollos de tela que recibían como donaciones para fabricar mascarillas a un ritmo frenético. «Se corrió la voz de que estábamos haciendo mascarillas y ya tenemos lista de espera», apuntó la abadesa.
«Fabricamos para Policía Local, Guardia Civil, sanitarios, voluntarios de Cáritas, hermandades... Hoy mismo se han llevado cien para un centro de Cáritas de Montequinto para repartirlas entre los voluntarios que reparten alimentos a las personas necesitadas y tenemos varios pedidos pendientes de las hermandades del Martes Santo y de una residencia de ancianos».
Salcula que cada día fabricaron unas 300 mascarillas y, además, con todas las garantías higiénico-sanitarias exigibles. «Desde el ambulatorio de María Auxiliadora, que es al que pertenecemos, nos mandaron provisiones de batas, mascarillas y guantes. Y además, siempre nos desinfectamos las manos antes de ponernos a la costura, ya que con guantes no se puede coser». Para la fabricación de las mascarillas, explicó sor Natividad, emplearon una «tela de mantel, lavable y que se puede esterilizar».
Las religiosas, en plena tarea de fabricación de mascarillas - ABC
Menuda alegría se llevaron un sábado las monjas de San Leandro cuando la cuadrilla de costaleros del Cristo de las Aguas les hizo entrega de tres nuevas máquinas de coser. «Guardamos una estrecha relación con ellos porque guardan aquí los pasos de ensayo de la hermandad. Al enterarse de que nos habíamos visto privadas de nuestro principal ingreso, la venta de dulces, se ofrecieron a hacernos un donativo. Pero yo les dije que mejor sería que nos trajeran unas nuevas máquinas de coser porque las que teníamos, la verdad, eran ya algo viejas y se partían los hilos», dijo la abadesa de un convento que ha tenido que suspender las obras del compás ante la imposibilidad de seguir pagando a los albañiles. Los costaleros de Las Aguas abrieron una cuenta corriente para ayudarles.
Fuente sevilla.abc
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Salcula que cada día fabricaron unas 300 mascarillas y, además, con todas las garantías higiénico-sanitarias exigibles. «Desde el ambulatorio de María Auxiliadora, que es al que pertenecemos, nos mandaron provisiones de batas, mascarillas y guantes. Y además, siempre nos desinfectamos las manos antes de ponernos a la costura, ya que con guantes no se puede coser». Para la fabricación de las mascarillas, explicó sor Natividad, emplearon una «tela de mantel, lavable y que se puede esterilizar».
Desde la más joven, una novicia de 22 años, hasta la más veterana, de 72, «a la que ponemos a quitar los hilvanes para rematar la mascarilla», todas las hermanas del convento se entregaron en cuerpo y alma a esta nueva encomienda a la par que rezaban el rosario o las monjas africanas cantaban sus canciones en suajili. «Cada domingo a las ocho de la tarde, salimos a la puerta del convento para aplaudir y para cantar, y los vecinos lo agradecen mucho». Ni que decir tiene que, aunque han recibido ofertas para comprarles mascarillas, ellas trabajan altruistamente con la única intención de «ayudar a la gente de Sevilla».
Menuda alegría se llevaron un sábado las monjas de San Leandro cuando la cuadrilla de costaleros del Cristo de las Aguas les hizo entrega de tres nuevas máquinas de coser. «Guardamos una estrecha relación con ellos porque guardan aquí los pasos de ensayo de la hermandad. Al enterarse de que nos habíamos visto privadas de nuestro principal ingreso, la venta de dulces, se ofrecieron a hacernos un donativo. Pero yo les dije que mejor sería que nos trajeran unas nuevas máquinas de coser porque las que teníamos, la verdad, eran ya algo viejas y se partían los hilos», dijo la abadesa de un convento que ha tenido que suspender las obras del compás ante la imposibilidad de seguir pagando a los albañiles. Los costaleros de Las Aguas abrieron una cuenta corriente para ayudarles.
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