sábado, 27 de abril de 2019

7 antídotos para combatir el virus de la pornografía


7 ANTÍDOTOS PARA COMBATIR EL VIRUS DE LA PORNOGRAFÍA
Por H. Edgar Henríquez Carrasco 

La pornografía es una de las “drogas” más fuertes, más vendidas, más fácil de acceder, más difundida y socialmente más aceptada. Me atrevo a decir que la mayoría de las personas desconocen los efectos que causa en la vida de sus consumidores. Entre las consecuencias de ver frecuentemente pornografía se incluyen la falta de concentración, la ansiedad, la inestabilidad emocional, el quiebre en las relaciones interpersonales, la distorsión de la realidad, etc. La pornografía es un inquilino que llega a nuestra casa para quedarse, no es fácil echarle, pero con constancia al poner los medios necesarios y mucho amor se le podrá expulsar de nuestras vidas. 

Dejando la pornografía es posible ver los detalles de la vida, las pequeñas cosas. Cambia la actitud frente a los demás, cambia la forma de mirar al otro, cambia el enfoque espiritual que le damos a Dios, cambia nuestra vida completamente. Entonces, ¿cómo dejar la adicción a la pornografía?A continuación te dejo 7 antídotos para combatir este vicio: 

1. Acepta tu adicción 

Es muy importante, antes de todo, reconocer que se tiene una adicción y/o dependencia. Aquí podemos relacionarlo con el primer paso de Alcohólicos Anónimos, el cual dice: «Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol y que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables». Reconocer nuestra faltas es parte del proceso de maduración humana. Quien no reconoce sus errores no puede corregirse y, menos aún, dejarse corregir por otros. Por ello se hace realmente indispensable trabajar en este primer punto antes de pasar a los siguientes. Nosotros los católicos tenemos muy claro que Dios es misericordioso con todos sus hijos, que nos llama al amor y nos perdona nuestros pecados… pero otra cosa es experimentarlo. Así que enfrenta el problema, reconoce tu adicción y pide ayuda. Confía todo este proceso en las manos de Dios. 

«Ten misericordia de mí, Dios mío, según tu bondad; según tu inmensa compasión borra mi delito. Lávame por completo de mi culpa, y purifícame de mi pecado. Pues yo reconozco mi delito y mi pecado está de continuo ante mí» (Salmo 51, 3-5). 

2. Desconéctate, deja el “modo incógnito” 

Tener una verdadera privacidad es difícil, más aún cuando se tienen tantas aplicaciones y aparatos digitales que incitan a la cultura del “destápate”. Dejar el móvil de lado es casi un acto de ascesis, un sacrificio que debe ser bien justificado. Por ello es importante en este punto formar la voluntad: facultad presente en todo hombre para poder decidir entre una cosa y otra. ¿Podemos desconectarnos? Claro que sí, ya sabes: la voluntad firme es la solución. Ve poco a poco dejándolo, pasa cada vez menos tiempo en lo digital. 

Otra cosa que nos afecta mucho es la cultura del “incógnito”, presente sobre todo en los navegadores de Internet, donde puedo desenvolverme tal cual soy sin dejar rastros. Si quieres abandonar la pornografía deja el modo incógnito y sé como una ventana totalmente transparente para los demás. No tengas miedo de utilizar tu móvil o computadora en un lugar público; al contrario, te ayudará a la hora de la tentación porque todos te ven… Dios también. 

«En otro tiempo eran tinieblas, ahora en cambio son luz en el Señor: caminen como hijos de la luz, porque el fruto de la luz se manifiesta en toda bondad, justicia y verdad» (Efesios 5, 8-9). 

3. Busca relacionarte con gente real 

Desconectándote de lo digital podrás mirar mejor a las personas que están a tu lado. Ponte a pensar un poco: ¡cuánta indiferencia entre miembros de la misma familia!, ¡cuánta rivalidad entre hermanos!, ¡cuánto rencor entre amigos! Y muchas veces estos problemas son efecto de la falta de comunicación. El problema se evidencia cuando son más los twits a personas desconocidas que los minutos que dedico a hablar con mi gente cercana; las imágenes que mando por whatsapp a mis contactos que las experiencias que le cuento a mis amigos. Recuerda que Dios también es una relación, por ende, si no tratas con Él, si no le conversas, si no le buscas, va a ser muy difícil que le encuentres. Deja un poco el Internet para adentrarte más en el interior de tu corazón. Buscando pasar tiempo con tus más cercanos irás gustando cada vez más las relaciones reales de afectividad y dejarás de mendigar amor en Internet buscando satisfacciones rápidas y fugaces.Para erradicar la pornografía se debe aprender a amar, a tratar con los demás. 

«Estemos pendientes unos de otros para estimularnos a la caridad y a las buenas obras, sin abandonar nuestras propias reuniones, como acostumbran algunos, sino animándonos tanto más cuanto más cercano ven el día» (Hebreos 10, 24-25). 

4. Ayuda a los demás 

«El amor todo los disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca pasará» (1 Conrintios 13:7-8). Esta frase (a veces tan repetida en la Iglesia) suele hacernos decir: “otra vez con lo mismo de siempre”, pero encierra una gran verdad. La adicción a la pornografía va alejándonos de las personas que amamos, porque se va sustituyendo una relación real con una virtual. Es mucho más fácil relacionarte con alguien que no conoces, que es “ideal”, que parece no tiene imperfecciones, cuando en el fondo lo que tu corazón clama es saber aceptar al prójimo como es, tanto con sus dones como con sus defectos. El amor siempre será la solución a los problemas del hombre. Si no, pregúntenle a Jesús cómo es que salvó a toda la humanidad del pecado: con amor. Ayudar a los demás, dedicar tu tiempo en ello, será una actividad muy provechosa tanto física como espiritual. El corazón se ensancha cuando se dona a los demás. En el amor está la clave del cambio, la clave para superar las dificultades. Recuerda: «el amor todo lo puede». 

«Amémonos unos a otros, porque el amor procede de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama no ha llegado a conocer a Dios, porque Dios es amor. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó» (1 Juan 4, 7-8.10). 

5. Cambia costumbres 

Luego, cuando ya has progresado en las virtudes, es tiempo de ir cambiando algunas costumbres. Te propongo desinstalar algunas aplicaciones, quizá borrar de los marcadores sitios que no te ayuden, dejar de seguir programas o series de TV con contenido sexual explícito, etc. La clave a seguir es: “Si ves que no te ayuda, déjalo”. Hay aplicaciones en el móvil que no te dejarán de incitar a la pornografía, de ellas puedes prescindir y quitarlas. Así irás cambiando tu ambiente, adentrándote a uno nuevo comenzando desde cero. Es importante que cumplas con este paso, porque aquello que te recuerda la pornografía puede hacerte caer de nuevo en ello. Prefiere, además, programas sobre la naturaleza, reportajes sobre la sociedad, contenido educativo, series provechosas, etc. Un defecto se sustituye con una virtud. Es como sacar un clavo: debes martillar y martillar con otro clavo encima hasta que salga. 

«No esto, en cambio, lo que ustedes aprendieron de Cristo para abandonar la antigua conducta del hombre viejo, que se corrompe conforme a su consupiscencia seductora, para renovarlos del hombre nuevo, que ha sido creado conforme a Dios en justicia y santidad verdaderas» (Efesios 4, 21-24). 

6. Orienta tus sentidos 

Nuestros sentidos son un don muy preciado del Señor. La vista, el tacto, el olfato, el gusto, la audición son parte de nuestra vida cotidiana. Con ellos conocemos el mundo, lo gustamos, nos maravillamos. Ellos nos ayudan a relacionar cosas entre sí. En este sentido es esencial que los dirijas hacia lo que es bello, lo bueno y lo verdadero. Deja atrás las fantasías, las cosas irreales, lo feo, lo sucio… y aprende a ver las maravillas de Dios en la creación, sobre todo en tus hermanos. Aquí es bueno poner en tu móvil o en tu computadora música que te ayude a hacer oración, a calmarte. Pon ojo, además, a tus protectores de pantalla, wallpapers, fondos de escritorio, etc., serán un buen aliado en el combate para dejar la pornografía. Construye un ambiente agradable, lleno de Dios, donde puedas estar a gusto, sin mayores preocupaciones. Adéntrate en las cosas de Dios y llena tus sentidos con su gracia. 

«¿Adónde alejarme de tu espíritu? ¿Adónde huir de tu presencia? Si subo al cielo, allí estás Tú; si bajo hasta el abismo, allí te encuentras […] Tampoco las tinieblas son para ti oscuras, pues la noche brilla como el día, las tinieblas como la luz. Mira si voy por el mal camino, y guíame por el camino eterno» (Salmo 139, 7-8.12.24). 

7. Ora, habla con Dios 

Nada de esto tendría sentido o podría producir mucho fruto si no se hace de la mano de Dios. Es decir, llevar tu inquietud a la oración, contarle tus problemas, hablar con Él. Dios te conoce muy bien. Él sabe por lo que estás pasando, conoce tus miedos, tus secretos. Te comprende, te ama, te va a buscar… Deja a Dios entrar en tu vida. Dale espacio en tu corazón, ábrele la puerta de tu interior para que viva en ti. «Acérquense a Dios y Él se acercará a ustedes» dice el apóstol Santiago (cf. 4, 8). No pienses que Dios te ha dejado de amar por tu adicción, al contrario, te sigue amando y con mayor fuerza te busca. La vida de la mano de Dios se comprende más, se vive mejor, se ama. Déjate encontrar por el Señor y no lo sueltes. Para esto puedes ayudarte de una persona espiritual o un sacerdote, lo importante es que no vayas solo en este camino. El problema detrás de la pornografía encuentra su raíz en el aprender a amar y ser amado, en aprender a ver a los demás como un don y no como una “cosa” que se puede utilizar. En este proceso de amor no hay nadie mejor que el mismo Amor. 

«Esta es la confianza que tenemos en Él: si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Y puesto que sabemos que nos va a escuchar en todo lo que pidamos, sabemos que tenemos ya lo que le hemos pedido» (1 Juan 5, 14-15). 

Espero en el Señor que estos 7 tips te ayuden a abandonar la pornografía y a erradicar este mal de tu corazón. Es Jesús quién está a tu lado, te acompaña e ilumina. Él conoce todas tus oscuridades, aún lo más secreto dentro de tí. ¡Ábrele tu corazón, déjalo entrar. Recuerdo que mi mamá siempre decía: “El interés tiene pies” y creo que está en lo cierto; por ello, si realmente quieres cambiar de vida, necesitarás de mucho interés, poner manos a la obra y dejarte acompañar. No pierdas la paz y confía en el Señor, espera en Él y verás cómo hace grandes cosas en ti el que todo lo puede. 


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