La pereza es un pecado raramente confesado pero que realmente puede causar mucho daño a la persona. Se define, incluso, como uno de los 7 pecados capitales porque su significado va más allá de “no querer hacer las cosas”.
Resulta que la pereza es, en sí, la carencia de voluntad para obrar. De hecho, la palabra griega de la que proviene - ἀκηδία - refiere a la ausencia de atención, ya sea por indiferencia o por negligencia. Santo Tomás la define como la pena por el bien espiritual, la tristeza de no cumplir con aquello que venera la Gracia de Dios, lo que también implica una especie de desamor hacia Dios mismo y todo lo que ha creado. San Juan Bosco también decía que la pereza es la madre de todos los vicios, ya que el perezoso no se entusiasma con nada como si estuviera sedado por la desesperanza y esto abre la puerta a otros vicios que nos oprimen. Es así que el daño de la pereza no radica simplemente en el descuido del deber, este es sólo un síntoma, realmente radica en el rechazo a la alegría, mencionaba el novelista inglés Arthus Waugh.
La práctica de la pereza no sólo nos limita en nuestras tareas y responsabilidades, sino que pone en peligro el fin mismo de nuestra alma. Por ello, es importante combatirla. A continuación te comparto algunas recomendaciones para lograrlo:
Duerme bien. Es imprescindible contar con las fuerzas suficientes para lograr hacer todo lo que podemos y debemos, dando Gloria a Dios con nuestros actos.
Establece metas y fija prioridades. Esto, de forma personal, me ha ayudado muchísimo. Algunas veces nos ofuscamos por la “gran cantidad” de cosas que tenemos por hacer y terminamos retrasando todo. Pero, sólo se necesita de papel y lápiz para hacer una lista de prioridades y empezar a trabajar en ellas, una por una. Así salen las cosas fácilmente.
Ser disciplinado. La Madre Teresa de Calcuta decía que “para hacer que una lámpara esté siempre encendida, no debemos de dejar de ponerle aceite”. Lo mismo pasa con nuestro cuerpo, debemos recordar constantemente nuestro propósito y establecer las vías que nos permitan llegar a lograrlo.
Cuídate. San Francisco de Sales decía: “ten paciencia con todas las cosas, pero sobre todo contigo mismo”. Esto es fundamental, debes cuidarte, amar tu cuerpo, para poder actuar. Por ello, mantener una alimentación balanceada es muy importante. También, considera en tu horario un periodo para hacer aquello que te guste o practicar algún hobby. Ejercitarse también debe considerarse, no hay nada como una caminata para aclarar nuestras ideas.
Elimina distracciones. Este es el pan de cada día. ¿Quieres enfocarte? Entonces, elimina todo aquello que no te lo permita, incluyendo el frecuente uso de redes sociales o la televisión.
Da el primer paso. A veces, parece más sencillo dejar de hacer las cosas que hacerlas. Pero, realmente el actuar está a la distancia de una decisión. Increíble, ¿no?
No esperes. No, no esperes que los demás actúen por ti o que las cosas sucedan por que sí. Toma el control, encomiéndate a Dios y valora todo aquello que Él mismo te ha dado, porque hermano - hermana, has sido increíblemente bendecido.
La lucha contra la pereza podrá ser constante, pero realmente podemos vencerla con una sola decisión, la de apreciar con alegría las gracias que Dios nos ha confiado. En los Evangelios encontramos como principal mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Marcos 12, 30). Bueno, pues demostrémosle ese amor ganando esta lucha, demostrándole que realmente le amamos por encima de todo, incluso de nuestros deseos. Recordemos, hermanos, que aquellos que perseveren en el nombre de Cristo, serán recompensados con la gracia y bondad divina.
Oro por ti,
Por Myriam Ponce
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