EL NICAN MOPOHUA, EL CÓDICE NÁHUATL QUE NARRA LAS APARICIONES GUADALUPANAS, EL "EVANGELIO" DE LA VIRGEN DE GUADALUPE
Así presenta sor Guadalupe Pimentel M. Hija de la Caridad de San Vicente de Paul, la obra primigenia de las apariciones. Lo hace dentro del agradable libro Mi niña dueña de mi corazón:
Antonio Valeriano (1500- 1605), autor del relato de las apariciones, era un indígena de raza tecpaneca pura, muy culto. El historiador Padre Cuevas dice que era sobrino del emperador Moctezuma, y que nació en 1520 en Azcapotzalco, población cercana al Tepeyac; pero vivió en México desde 1526. A la edad de 13 años entró en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco.
Fue el primer colegio del hemisferio occidental fundado por Zumárraga, primer obispo de México. Se inauguró en 1533 y don Antonio Valeriano fue uno de los estudiantes fundadores. Juntamente con los otros estudiantes latinos, como los llamaba Sahagún, podemos señalar los siguientes: Antonio Valeriano, de Azcapotzalco de Cuautitlán, Martín jacobita (amigo de Valeriano); de Tlalilulco, Pedro de San buenaventura, Andrés Leonardo (historia de literatura Náhuatl, Garibay). De ellos salieron: Códice de Chimalpopoca, Anales, de Cuauhtitlán, Anales, los Himnos de los dioses, el relato de las apariciones de la Virgen de Guadalupe.
Antonio Valeriano fue gobernador de Azcapotzalco durante 35 años. Persona altamente dotada, pues fue el primer graduado en latín y griego, con todos los honores, idiomas que dominó a la perfección. Su padre fue contemporáneo de Juan Diego, de manera que Valeriano bien pudo escuchar el relato de las apariciones de los mismos labios del vidente, ya que Valeriano tenía 11 años cuando las apariciones, y 28 a la muerte de Juan Diego.
Tuvo tanto éxito y aprovechamiento que de alumno pasó a maestro. Adquirió entre españoles e indígenas una enorme autoridad como hombre honrado y erudito y de él decía el obispo Fuenleal que era "tan hábil y capaz que hacía gran ventaja a los españoles", y Sahagún lo califica así: "el principal y más sabio fue Antonio Valeriano, vecino de Azcapotzalco". Contemporáneo de los hechos, y con formación y crítica suficiente para ser el escritor o relator ideal del acontecimiento. Hasta el punto de que bien se puede afirmar que no había entonces español o indio, fraile o lego, de cuántos habitaban en México, que pudiese escribir los hechos con más veracidad, criticismo y pulcritud que Antonio Valeriano.
Fue un hombre que, por su preparación histórica estaba hecho para narrar la Aparición.
Antonio Valeriano escribiendo el Nican Mopohua |
El joven Antonio -redondea el Padre Cuevas- vivía, pues, en el tiempo y lugar de los sucesos y, por este título más, él es el hombre a quien Dios preparó para que en su mayor edad fuese el evangelista de la aparición Guadalupana".
Escribió su Nican Mopohua o Narración de las Apariciones, de su puño y letra, en elegante idioma náhuatl o mexicano, a mitades del siglo XVI, cuando aún vivían Zumárraga, Juan Bernardino y Juan Diego, a los que interrogó con severa minuciosidad.
El Nican Mopohua, palabras con que empieza el relato de Valeriano (y que significa aquí se cuenta, se narra, se ordena...), fue escrito en lengua náhuatl en Tlatelolco. Es considerado como el "Evangelio de Guadalupe y Valeriano es el Evangelista". Y, siendo de raza india, pudo captar con mentalidad indígena el sentido expresado a través de las palabras originales de Juan Diego y de los numerosos símbolos que utilizaban en sus narraciones; eligiendo el género literario de una "genuina narración" de acontecimientos históricos.
Además, los conocedores del náhuatl nos aseguran que Valeriano nos ha dejado, "en candoroso lenguaje del más refinado estilo náhuatl, no solamente la crónica, sino la vivencia del mundo indio". Para los indios el canto y las flores, los colores y las figuras, no sólo eran poéticos, sino instrumento precioso para comunicar el mensaje.
Primera página del Nican Mopohua impresa en México en 1649 |
De allí que el Nican Mopohua sea una "bellísima e intraducible joya de la literatura náhuatl, de una frescura singular y de una ternura sin medida".
El Nican Mopohua fue escrito sobre papel hecho de pulpa de maguey como los antiguos códices aztecas, en lengua náhuatl, con caracteres latinos.
En el relato de las apariciones, al mismo tiempo que se siente la armonía envolvente del drama, va quedando una plenitud interna que se saborea y cada vez que se profundiza se le van encontrando nuevas vetas de riqueza insospechable.
Hay, en Valeriano, una sublimidad ultraterrena que jamás imaginaron los más altos maestros... El Nican Mopohua pone en escena personajes divinos y humanos con la sencillez clásica, pero sin gran elocuencia en la forma y estilo. Sus modos se acercan a los del Evangelio: atestigua, pero no trata de convencer. En el Nican se siente la paz serena y celeste que empapa el ambiente espiritual con el aroma "de toda clase de flores". Los horizontes del Nican Mopohua, desde que se descorre el telón, se ensanchan enormemente y abarcan lo que se entrevé suficientemente como por un resquicio luminoso, por ejemplo, cuando a Juan Diego le dice María "Ten por seguro que lo agradeceré bien y lo pagaré, porque te haré feliz" (primera aparición).
En lo tocante a la más bella cualidad del clasicismo, que han llamado luminosidad espiritual, esta brilla de tal modo en el Nican Mopohua que la narración íntegra parece envuelta por los esplendores de una mañana celeste en una naturaleza ideal, con un trasunto de la luz de lo eterno... El Nican Mopohua es la más bella narración que trazó jamás humana mano en el Continente de María.
Manuscrito en náhuatl con caracteres latinos, primera página del Nican Mopohua |
Firma de Antonio Valeriano |
Fuente católicodefiendetufe
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