El incienso es un objeto muy característico de la Misa. Ya desde hace varios siglos, se le da un uso litúrgico con el que adopta varios significados.
Durante las Misas solemnes o más significativas del año, el incienso es utilizado en varios momentos. Durante la procesión de entrada, el sacerdote inciensa el altar y la cruz que preside la Misa. Después, hace lo propio con el Leccionario antes de proclamar el Evangelio. Lo mismo ocurre más adelante, durante la preparación del altar y la presentación de las ofrendas, donde se incensarán el pan y el vino, así como al sacerdote y, después, al pueblo congregado. Por último, un monaguillo puede incensar el Cuerpo y la Sangre de Cristo durante la Consagración.
También tiene algunos usos fuera de la Misa, como puede ser, por ejemplo, la Adoración al Santísimo.
Los significados del incienso
Incensar algo o a alguien tiene varias intenciones. En primer lugar, se contribuye a aromatizar, de forma que se purifica el lugar en el que va a suceder el Sacrificio de la Misa, donde Dios mismo se va a hacer presente. En este sentido, también se entiende la necesidad de purificar a los fieles, ya que son templos en los que Cristo entra en el momento de la Comunión, por lo que es necesario que estén limpios de toda impureza.
También se entiende así la necesidad de incensar al sacerdote, ya que, durante la Misa, actúa in persona Christi, es decir, en la persona de Cristo.
El incienso: entrar en Cristo para salir al mundo
Además de hacer del templo un lugar adecuadamente purificado, el incienso evoca el sentido del misterio que se vive. Incensar contribuye a entrar en el Misterio Eucarístico, de forma que se pueda vivir mejor aquello que se está presenciando. Contribuye a disponer el corazón a lo que se desea vivir, algo mucho más grande que uno mismo.
El incienso también es significante de las oraciones que, desde el mundo, ascienden hasta el trono de Dios, tal y como expresa el Salmo 141: "Suba mi oración delante de Ti como el incienso". De este modo, es también un recordatorio de que, como el incienso, nuestras oraciones ascienden hasta Dios y son escuchadas por Él.
Por último, el incienso contribuye a recordar que nuestra vida debe ser como el incienso, con un olor que evoque la vida del Cielo. Los presentes en la Misa se han impregnado de Cristo, y les toca llevarlo y cumplir en sus vidas lo que Él hizo, que es dar la vida por amor a Dios y para la vida del mundo.
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