lunes, 26 de julio de 2021

Una mujer mexicana participará en el Sínodo de los Obispos, conócela.




Su nombre es María Guadalupe Muñoz Durán, pertenece a las Carmelitas del Sagrado Corazón, y como experta en Teología del Cuerpo, participará en calidad de auditora en el Sínodo de los Obispos 2023 que lleva por título: ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’.

La religiosa conversó con Vida Nueva sobre esta encomienda a la que fue convocada, junto con otras mujeres, para participar en una reflexión-fundamentación teológica previa y durante el sínodo. Consideró que se trata de “un gran regalo y una gran responsabilidad como hija de Dios y de la Iglesia”.

María Guadalupe Muñoz aplaude el hecho de que el papa Francisco busque una mayor y más activa participación de la mujer en la Iglesia en cuanto a la reflexión teológica que desde la visión y experiencia femenina se puede suscitar, y durante el sínodo tendrá como tarea principal profundizar en el tema: “El papel de la mujer en la Iglesia hoy y el reto de la sinodalidad”.

Construyendo una Iglesia caminante

PREGUNTA.- ¿Cómo puede la mujer, desde su visión, aportar a este sínodo?

RESPUESTA.- Es importante resaltar que, hablar de sinodalidad es hablar de la mujer, la persona que, por su genuinidad, está llamada a ser sacramento de comunión dentro de la Iglesia y custodio del orden del amor.

Y hoy más que nunca, es un reto que esto tan genuino en ella se vea reflejado en una realidad que urge ser más fortalecida día a día: la sinodalidad, una experiencia humanizadora y personalizadora dentro de la Iglesia, que se entiende como el caminar juntos, sabiendo que no se camina junto a otro cuando se camina dos pasos por detrás.

No se camina junto a otra sin darle conversación unas veces y sin escucharle otras. No se camina junto a otra sin preguntar qué camino tomar y llegar a un consenso. Caminar juntos tiene una serie de condiciones para que verdaderamente se cumpla que “caminamos juntos”.

Por ello, es importante preguntarnos, desde una reflexión profunda, cuál es el papel que desempeñamos y las responsabilidades que nos atañe a cada uno y una de nosotros. Todos debemos asumir nuestra parte en la construcción de una Iglesia caminante, verdaderamente comunitaria, y no autoritaria y excluyente.

Caminar juntos afecta directamente a la cuestión de las mujeres en la Iglesia y su aporte genuino en el interior de ella.


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