viernes, 31 de enero de 2020

La historia del champagne, un aporte de la Iglesia Católica a la humanidad


LA HISTORIA DEL CHAMPAGNE, UN APORTE DE LA IGLESIA CATÓLICA A LA HUMANIDAD

Por Jesús Mondragón

Si se piensa en un vino selecto, se piensa en Francia. Esta nación produce grandes vinos gracias a su historia. Debe a los romanos muchos de sus viñedos, pero es con la iglesia católica con la que tiene su mayor deuda.

Hoy en día, el Champagne es un vino elite muy popular que siempre esta presente en las mejores y mas elegantes celebraciones; hasta los protestantes lo utilizan en sus festejos. Pero en realidad son muy pocas las personas que conocen sus orígenes y trayectoria a través de la historia del mejor vino del mundo.

El vino forma parte importante de la liturgia cristiana actual. En la Biblia existen más de 400 referencias sobre él. Se dice que fue Noé el primer viticultor. Moisés envió exploradores a ver si la tierra prometida era apta para cultivar uvas. Jesucristo lo compartió con sus discípulos en la última cena. En la Misa o Sagrada Eucaristía, el vino se convierte en la Sangre de Cristo.

La liturgia cristiana llevó el vino alrededor del mundo y cuando el imperio romano se retiró de Francia en el Siglo V, fue también la Iglesia Católica la que transmitió el vino a la siguiente generación de productores, los monjes de la Europa Medieval.

Los monjes y los monasterios nos legaron una gran herencia vinícola, fueron ellos los que empezaron a trabajar duramente las tierras. Los grandes avances en la producción de vino se han producido en lugares donde ellos se han esforzado. Los escritos de la época hablan de los duros trabajos a los que se sometían los monjes franceses para sacar adelante el vino. Se cuenta, por ejemplo, que los monjes de Borgoña probaban directamente la tierra para saber que terrenos eran los mejores para la vid.

También dejaron valiosos registros de tierras de diferentes parcelas y de como se cultivaban en ellas las viñas. Registraban las uvas usadas y hasta contaban las lluvias. Comenzaron a darse cuenta que ciertas regiones como Borgoña, Champagne; eran las mejores para el cultivo de viñedos.

Usaban el vino para la Misa, para los huéspedes del Monasterio y vendían los excedentes para ayudar a la manutención del Monasterio. Los monjes medievales dieron popularidad a las variedades de vinos o cepas más conocidas actualmente.

EL CHAMPAGNE FUE DESCUBIERTO ACCIDENTALMENTE POR UN MONJE EN EL SIGLO XVII AL NORTE DE FRANCIA

Todo comenzó en el monasterio benedictino de Hautvilliers en la región de Champagne, en donde se producían vinos tintos y blancos de mesa. En aquella época, un monje de nombre Dom Pierre Pérignon era el encargado de la bodega y la cava de la abadía benedictina.

En realidad Dom Pérignon no pretendía elaborar vino espumoso, su intención era la de innovar y elaborar vino blanco a partir de uvas tintas. El monje pasó mucho tiempo perfeccionando su arte. Evitaba las pieles de las uvas, las responsables del color, y mezclaba diferentes vinos de diferentes viñedos de la región para obtener un producto con el mejor sabor.

Dom Pérignon consiguió finalmente elaborar un gran vino blanco a partir de uvas tintas, pero apareció un problema, muchas veces surgían burbujas en las botellas de su vino. Dom Pérignon no se explicaba lo que ocurría, de hecho (ironías del destino) paso gran parte de su vida tratando de evitar esas indeseables burbujas en el vino.

Pérignon observó que tras el invierno, si estas pequeñas burbujas se acumulaban en gran cantidad, podían hacer explotar las botellas o disparar los tapones de las mismas.

Sin embargo, los ingleses a quiénes los monjes enviaban vino blanco, preferían el vino "malo", es decir, les gustaba más el vino "burbujeante".

En un principio Dom Pérignon se enfocó en limitar la presencia de estas insistentes burbujas, hasta que una noche decidió probar el chispeante liquido que cambiaría su vida y revolucionaria la elaboración de vinos espumosos. Fue tanta su sorpresa al sentir esa agradable y suave efervescencia en su boca que exclamo: “hermanos, vengan; estoy bebiendo estrellas!”.

Al paso de tiempo, Perignon introdujo varias mejoras a su producción y embotellado. Su principal reto radicaba en cómo cerrar efectivamente la botella para que no se escaparan sus valiosas burbujas, hasta que un día encontró a unos peregrinos españoles que cerraban sus cantimploras con corcho y decidió hacer lo mismo con sus vinos, asegurándolos además con un bozal de alambre sujeto al cuello de la botella que permitía llevar a cabo la segunda fermentación en botella sin ningun riesgo. Sí, ese bozal de alambre que hoy en día todavía usamos y debemos retirar antes de descorchar hasta una Sidra. Fue así como surgió el método “Champenoise”

Otra gran idea del monje, fue mezclar uvas de distintas zonas, para hacer mas complejo el sabor y aromas del Champagnne.

Dom Pérignon murió en 1715 y durante sus 47 años como maestro bodeguero creó los principios básicos que se siguen usando actualmente para hacer Champagne, Cava y la mayor parte de vinos espumosos existentes en el mundo basados en su sistema.

De modo que si tienes la oportunidad de disfrutar de un delicioso Champagne, ahora sabes que tienes que agradecer a Dios y a un humilde monje católico llamado Dom Pérignon, sí, el de la marca de fama mundial.

PAX ET BONUM

Fuente católicodefiendetufe

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