¿POR QUÉ DIOS PERMITE EL SUFRIMIENTO?
Uno de los principales argumentos de los ateos para negar la existencia de Dios es el siguiente:
“Como todos sabemos existe el sufrimiento, por ejemplo, cuando un ser querido fallece, cuando alguien tiene una enfermedad, cuando mueren niños inocentes, etc. y este sufrimiento es permitido por Dios. Por ello, concluimos que Dios no es omnipotente, ni bueno, ni tampoco nuestro Padre porque no interviene para evitarlo. Si Dios existiera no habría sufrimiento, porque Dios es bueno y el sufrimiento es malo”.
¿Cómo podemos responder a esto desde la fe católica?
Solo a través de la fe cristiana se puede dar una respuesta completa y precisa al problema del dolor y del sufrimiento. Para comenzar quisiera citar al profeta Isaías:
Pero ¿acaso una madre olvida o deja de amar a su propio hijo? Pues, aunque ella lo olvide, yo no te olvidaré. Isaias 49,15
Estas palabras del libro de Isaías nos dan luz para abordar el tema. Dios no olvida a los hombres, no olvida sus dolores y sus sufrimientos, es un Padre bueno que nos ama. De la misma manera que a un niño pequeño le genera dolor cuando le ponen una inyección, pero sus padres se la ponen por su bien, de esta misma forma, Dios nos manda el sufrimiento para redimirnos, si, el sufrimiento es redentor y pronto lo veremos.
El sufrimiento es parte del mal moral, producido por el pecado en el mundo (Rom 5,12). El hombre haciendo mal uso de la libertad comete abusos morales lo que encadena el sufrimiento de otras personas. En otros casos, el sufrimiento viene a los hombres para sacar un bien de ellos, por ejemplo, una enfermedad nos hace sufrir, pero a la vez podemos santificarnos y ganarnos más el cielo. La visión atea del sufrimiento es muy materialista y simplista, reduciendo la existencia del hombre a la Tierra conlleva esto a que no se le dé el verdadero valor que el sufrimiento puede tener. La propia Escritura enseña que Dios puede sacar de un mal un bien mejor:
Ahora bien: sabemos que Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman, de los que según sus designios son llamados. Romanos 8,28
Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Génesis 50,20
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Juan 3,16
Estas citas nos demuestran como Dios de un mal puede sacar un gran bien, así, José habla de cómo sus hermanos habían actuado mal contra él, pero gracias a eso, el pueblo de Egipto se mantuvo con vida y con muchas cosechas.
También el Señor nos entregó a su único Hijo para que con su muerte gloriosa todos nosotros, pudiéramos ser salvados. Para nosotros el sufrimiento es purificación y santificación, y de ese sufrimiento se saca un bien: purificar el mundo, alcanzar nuestra santidad, por ello San Pablo habla de que Dios hace que todo coopere para el bien.
Sobre el mal moral nos enseña el Catecismo que:
Los ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y libres, deben caminar hacia su destino último por elección libre y amor de preferencia. Por ello pueden desviarse. De hecho, pecaron. Y fue así como el mal moral entró en el mundo, incomparablemente más grave que el mal físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral. Sin embargo, lo permite, respetando la libertad de su criatura, y, misteriosamente, sabe sacar de él el bien: ‘Porque el Dios Todopoderoso… por ser soberanamente bueno, no permitiría jamás que en sus obras existiera algún mal, si El no fuera suficientemente poderoso y bueno para hacer surgir un bien del mismo mal’ (San Agustín)’ (Catecismo, n. 311).
Por ello, no debemos culpar del sufrimiento a Dios sino al pecado, pero aún en el sufrimiento debemos ver a Dios y ofrecérselo a Él para que de este saque un bien aún mayor. Así que la libertad del hombre, el pecado, y la evolución de este mundo hacia una perfección mayor junto con las leyes físicas que lo rigen, es lo que causa el mal.
Dios no es el responsable del mal, tampoco lo impide, pues la libertad del hombre trajo el pecado, y Dios le creó libre para amar y libre para pecar. Dios tampoco impide un mal, ya que del mismo mal, él puede sacar un gran bien aunque muchas veces nosotros no seamos capaces de entenderlo ni comprender que bien sacará de ello.
Ahora bien, hace 2000 años Dios respondió al problema del sufrimiento, ¿Cómo? Muriendo por nosotros en la Cruz. Sufriendo por el hombre, sufrió por amor, para salvarnos por su amor. Dio por tanto la clave para entender el sufrimiento: la Cruz, o lo que viene a ser lo mismo, el propio sufrimiento. Por eso nuestro sufrimiento puede convertirse en trabajo de salvación, de ayuda a ganar para aquellos que amamos la alegría y felicidad eterna, la salvación.
En resumen, Jesús hizo tres cosas para resolver el problema del sufrimiento.
Primero, se hizo hombre para compartir la cruz. Él vino y sufrió con nosotros: Lloró por los seres queridos, padeció, murió en la Cruz.
Que el mismo Dios haya sufrido por nosotros, haya sentido el sufrimiento humano significa un amor muy grande que Dios tiene por los hombres, respondiendo al ateísmo que dice Dios se desentiende del sufrimiento humano: Si de veras fuera así, ¿Por qué se hizo carne? ¿Por qué sufrió en la cruz por nosotros? Todo lo hizo por amor, para darnos a entender que el sufrimiento se vence con amor, y es solo con este con él que se puede encontrar sentido a nuestros sufrimientos y dolores. El mismo mando compartir nuestras cruces con él: Vengan a mí, los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Mateo 11,28. A través de nuestra vida de fe nuestra oración podemos pedirle al Señor que nos ayude con nuestros padecimientos.
Segundo, esta el sufrimiento redentor. Al convertirse en hombre, transformó el significado de nuestro sufrimiento: ahora es parte de su obra de redención. Nuestros dolores de muerte se convierten en dolores de parto para el cielo, no solo para nosotros sino también para aquellos que amamos. El propio San Pablo nos habla de esto:
ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia. Colosenses 1,24
a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte. Filipenses 3,10
¿Cómo podemos, como dice San Pablo, completar lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de la Iglesia? Ofrecemos nuestro sufrimiento como un sacrificio de alabanza a Dios. Esto es lo que la Iglesia llama "sufrimiento redentor." Este tipo de sufrimiento es de lo que Pablo se regocija ac y esta es la razón por la manera en que manejamos el sufrimiento es tan importante. Tal sufrimiento puede beneficiar no sólo a los que sufren, sino a todos los miembros del cuerpo. Sólo la Iglesia Católica, durante 2.000 años, ha enseñado y vivido tanto las enseñanzas de San Pablo en el sufrimiento.
De alguna manera misteriosa Y gloriosa Dios escoge involucrarnos en la Redención (siempre en un sentido secundario y derivado, pero real, no obstante), del mismo modo que voluntariamente nos involucra en su providencia por medio de la oración y el evangelismo, y en su creación por nuestra procreación y el parto. Nuestros sufrimientos se identifican con los de Cristo. (Los casos de los estigmas, por el cual las personas santas -tales como San Francisco de Asís - en realidad reciben las heridas de Cristo en sus cuerpos, son una imagen muy gráfica de esta enseñanza bíblica.)
Tercero, Él murió y resucitó. Al morir, pagó el precio del pecado y nos abrió el cielo; Levantándose de entre los muertos, transformó la muerte de un agujero en una puerta, de un final a un comienzo. El mismo Pablo dijo: "Si Cristo no ha resucitado, entonces nuestra predicación es en vano y su fe es en vano ... Si solo por esta vida hemos esperado en Cristo, somos de todos los hombres más lamentables". (1 Corintios 15,14; 19).
Debido a la resurrección, cuando todas nuestras lágrimas hayan terminado, increíblemente las miraremos y reiremos, no con burla sino con alegría. Hacemos un poco de eso incluso ahora en la Tierra. Después de que se levanta una gran preocupación, se resuelve un gran problema, se cura una gran enfermedad, se alivia un gran dolor, todo se ve muy diferente como pasado, a los ojos de la retrospección, de lo que parecía futuro, como perspectiva o como presente, como experiencia. El cristiano por tanto ve en la muerte de un ser querido, la puerta de éste a la nueva vida, a la vida eterna, el problema del ateo es que para ellos todo termina con la muerte, de esta forma no pueden encontrar sentido al sufrimiento, demostrando así que su postura es irracional, pues no tienen respuestas ni explicaciones para esto.
Por Jesús Urones
Fuente católicodefiendetufe
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