10 ESTRATEGIAS QUE USA EL DEMONIO PARA ALEJARTE DE LA ORACIÓN
Por: Padre Ed Broom, OMV
¿De qué maneras puede el demonio atacar nuestra vida de oración?
San Pedro compara al demonio con el rugir de un león que busca la oportunidad para devorar a su presa, es decir, ¡para devorarnos a nosotros!
El demonio puede atacar a cualquier hora y en cualquier lugar. Es astuto, muy inteligente y despiadado. Sin embargo, hay un área en específico en la que él es más propenso a atacarnos: ¡nuestra vida de oración!
San Ignacio nos recuerda que el demonio ataca cuando nos encontramos en un estado de desolación. Con eso nos referimos a la falta de fe, esperanza y caridad, a un sentimiento de tristeza y desánimo que lleva a la depresión, tibieza y al letargo.
Nuestra visión sobrenatural se nubla y oscurece. Es como si se estuviese en una nube negra o dentro de un túnel oscuro que parece no tener salida. Éste es el estado de las almas al que apunta el demonio y les lanza sus dardos mortales.
¿De qué maneras puede el maligno (Santo Tomás), el león rugiente (San Pedro), el perro atado furioso (San Agustín), el enemigo mortal de nuestra salvación (San Ignacio), el mentiroso y asesino del comienzo (Jesús en Jn 8), el demonio atacar nuestra vida de oración? ¡Veamos!
1.- Procrastinación.
Te puede tentar de la siguiente manera: "No hay apuro; pospón tu oración para mañana. Dios entiende; Él conoce tus pensamientos y sentimientos. Dios no tiene prisa, tampoco tú la deberías tener".
2.- Hacer menos oración.
Bueno, si el demonio no puede vencerte haciendo que pospongas tu oración para mañana, entonces hará que ores menos. En lugar de asistir a una Hora Santa, haz una visita de 30 minutos; deja de asistir a Misa diario.
Sólo es necesario que asistas los Domingos. ¿El Rosario? En lugar de rezar todo el rosario, el demonio hará que solamente reces una o dos décadas.
3.- Distracciones en tu oración.
En lugar de enfocarte en Dios, terminas enfocándote en algún asunto irrelevante como qué cocinar luego, quién está jugando tal o cual deporte, qué planes hay para el fin de semana.
4.- Pierde el tiempo.
El demonio no da tregua en sus ataques a la persona que se ha comprometido a una vida seria de oración.
Como nos recuerda la Palabra de Dios:
"Si decides seguir al Señor, prepárate para la batalla".
El demonio te puede tentar de la siguiente manera: Estás malgastando tu tiempo al orar. Mejor has lo imposible para ayudar a tu vecino. ¿Recuerdas a Jesús con Marta y María?
El demonio promueve el activismo al punto de convencernos de que nuestro trabajo es mucho más importante que nuestra vida de oración y conversación con el Señor.
Recuerda que Jesús vino en defensa de María cuando estaba sentada a sus pies y le escuchaba atentamente – ¡éste es un verdadero modelo de contemplación!
5.- Aún eres la misma persona
Por lo tanto, mejor abandona tu vida de oración y vuelve a la vida normal, cómoda y fácil que la mayoría de tus amigos y socios llevan.
6.- Sentimientos
Antes experimentaste esos sentimientos y emociones en ese primer retiro carismático, pero las emociones cesaron y la oración es más tranquila y pacífica.
Cualquier buen director espiritual o texto sobre la teología de la oración indicará que la ésta no depende siempre de emociones sino de la confianza en Dios.
7.- Dios no responde a mi oración.
El demonio puede convencerte de no orar, o de que la oración es un ejercicio inútil, una pérdida de tiempo.
Para algunos, el demonio describe a Dios como una especie de Santa Claus en el cielo o como un genio listo para salir de la lámpara si la frotamos lo suficientemente fuerte. Si no me contesta, Dios no existe.
8.- Desastres y ausencia de Dios.
Un buen Dios no permitiría esto, si en realidad Él es bueno. Nuestra salvación puede ser el libro de Job:
"Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá volveré. Yavé me lo dio, Yavé me lo ha quitado, ¡que su nombre sea bendito!" (Job 1,21)
9.- Tentaciones en contra de la castidad.
El demonio usa muchas y diversas maneras de tentación para disminuir la vida de oración e incluso extinguirla.
10.- El Desespero.
Tal vez el ataque más fatal del enemigo es convencernos de ceder ante la desesperación.
Éste fue el caso de Judas Iscariote. Si se hubiese arrepentido, tal vez alrededor de todo el mundo tendríamos iglesias con el nombre: "San Judas el penitente".
Pedro se arrepintió y fue perdonado y se convirtió en santo. Después de que caemos en pecado, el demonio nos acusa y condena y nos lleva a la muerte y a la desesperación.
El Espíritu Santo nos consuela y nos llena de ánimo con la confianza y esperanza en la infinita misericordia de Dios. JESÚS EN TI CONFIO.
En conclusión, debemos aferrarnos a la oración como si fuese un chaleco salvavidas, el aire que nos mantiene vivos, el ancla o nuestra salvación.
Si el demonio nos tienta a abandonarla o a orar menos, entonces deberíamos seguir el consejo Ignaciano de "agere contra" para hacer exactamente lo contrario e intentar orar más y mejor; así ganaremos la batalla.
Fuente Píldorasdefe.net
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