¿DESDE CUÁNDO SABÍA JESUCRISTO QUE ÉL ERA EL MESÍAS Y QUE ERA DIOS?
Por P. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.
Estimado Padre: ¿Desde cuándo supo Jesucristo que Él era el Mesías? Me dicen algunos que desde niño, otros que cuando fue bautizado en el Jordán por Juan, o desde antes de nacer, etc. Por favor, le agradecería que pusiera luz en este tema. Desde ya muy agradecido. Lo saludo en Cristo Jesús (Buenos Aires, Argentina).
Respuesta:
Estimado:
La tesis tradicional es que Jesucristo supo desde el primer instante de su concepción que Él era Dios; por fuerza también conoció su legación divina, o mesianismo.
Me refiero con esto no al conocimiento que Cristo poseyó en cuanto Dios sino al que poseyó en cuanto verdadero Hombre. Esta ciencia, por la cual conoció en su inteligencia humana su divinidad y mesianidad, es la llamada 'ciencia beatífica'. La ciencia beatífica es aquel conocimiento que corresponde a los ángeles y bienaventurados que contemplan en el cielo la esencia divina. Esta doctrina es común y cierta en teología. Los argumentos que se aducen son:
b) El Magisterio no ha definido explícitamente el tema. Pero sobre todo es clarísimo el texto del Papa Pío XII en la encíclica Mystici corporis: 'Aquel amorosísimo conocimiento que, desde el primer momento de su encarnación, tuvo de nosotros el Redentor divino, está por encima de todo el alcance escrutador de la mente humana, toda vez que, en virtud de aquella ciencia beatífica de que disfrutó apenas recibido en el seno de la Madre divina, tiene siempre y continuamente presentes a todos los miembros del Cuerpo místico y los abraza con su amor salvífico... En el pesebre, en la cruz, en la gloria eterna del Padre, Cristo ve ante sus ojos y tiene unidos a Sí a todos los miembros de la Iglesia con mucha más claridad y mucho más amor que una madre conoce y ama al hijo que lleva en su regazo, que cualquiera se conoce y ama a sí mismo' (Mystici corporis, n. 34).
Se habla aquí: 1º) de ciencia beatífica; 2º) desde el primer instante de la encarnación; 3º) por la cual Cristo conoce su dignidad de cabeza del Cuerpo Místico. Por tanto, con mayor razón se diga que conoce su cualidad de Dios y de Mesías.
c) Desde el punto de vista teológico se debe argumentar por el lado de la unión hipostática. En efecto es este modo de unión que se da entre las dos naturalezas (divina y humana) en la sola Persona del Verbo el que plantea la necesidad de esta ciencia. Entre las dos naturalezas debe darse la máxima proporción posible; ahora bien, el máximo acercamiento del entendimiento humano a Dios se establece en la visión beatífica. Si de Cristo-hombre se puede y se debe decir 'Es Dios', con mayor razón debe decirse 'Ve a Dios' y 'Conoce que es Dios', pues es más 'ser' que 'ver o conocer' a Dios.
El Padre Francois Dreyfus en su libro 'Jesús, ¿sabía que era Dios?', explica cómo si bien no ha habido un pronunciamiento dogmático del Magisterio al respecto, debe ser considerada esta verdad como un elemento de la Revelación que el pueblo cristiano ha vivido siempre como una realidad en la que cree; la mayor parte de los cristianos siempre ha pensado: 'Si Cristo es Dios, evidentemente lo sabe'.
En cuanto a que todo esto se dio desde el primer instante de su concepción ya hemos visto el texto de Pío XII. Santo Tomás dedica una cuestión al tema, titulada 'Sobre la perfección de la prole concebida' (Suma Teológica, III, c. 34). Allí sostiene que tratándose de la Encarnación de la Persona del Verbo divino, la naturaleza humana por Él asumida debió estar adornada de excelsas prerrogativas desde el primer instante de su concepción; en el artículo 2, al hablar de la perfección del libre albedrío desde la concepción afirma: 'la perfección espiritual de la naturaleza humana que Cristo tomó no la fue adquiriendo por grados, sino que la poseyó por entero desde el principio'.
Del mismo modo, la tradición ha entendido de esta conciencia de Cristo el texto de Hebreos 10,5-7: 'Por eso, al entrar en este mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo - pues de mí está escrito en el rollo del libro - a hacer, oh Dios, tu voluntad!'. Puede leerse en este sentido, por ejemplo, el comentario de Santo Tomás (Lectura super Ad Hebraeos, X, I, nn. 485-492.)
Fuente católicodefiendetufe
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Por P. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.
Estimado Padre: ¿Desde cuándo supo Jesucristo que Él era el Mesías? Me dicen algunos que desde niño, otros que cuando fue bautizado en el Jordán por Juan, o desde antes de nacer, etc. Por favor, le agradecería que pusiera luz en este tema. Desde ya muy agradecido. Lo saludo en Cristo Jesús (Buenos Aires, Argentina).
Respuesta:
Estimado:
La tesis tradicional es que Jesucristo supo desde el primer instante de su concepción que Él era Dios; por fuerza también conoció su legación divina, o mesianismo.
Me refiero con esto no al conocimiento que Cristo poseyó en cuanto Dios sino al que poseyó en cuanto verdadero Hombre. Esta ciencia, por la cual conoció en su inteligencia humana su divinidad y mesianidad, es la llamada 'ciencia beatífica'. La ciencia beatífica es aquel conocimiento que corresponde a los ángeles y bienaventurados que contemplan en el cielo la esencia divina. Esta doctrina es común y cierta en teología. Los argumentos que se aducen son:
a) En la Sagrada Escritura no se dice explícitamente (si así fuera, sería de fe) pero se insinúa al menos su ciencia beatífica. Así por ejemplo: 'nadie sube al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo' (Jn 3,13). Esta afirmación es entendida en el sentido de que Cristo estaba en el cielo (por tanto era comprehensor como los bienaventurados y ángeles y tenía ciencia beatífica) mientras estaba en al tierra (siendo así también viador). También se entienden de la ciencia humana de Cristo los textos que dicen: 'Yo hablo lo que he visto en el Padre' (Jn 8,38) y 'El que viene del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído' (Jn 3,31-32). Aunque estos últimos textos podrían ser interpretados del conocimiento divino de Cristo.
Bíblicamente no podemos ir más allá.
Se habla aquí: 1º) de ciencia beatífica; 2º) desde el primer instante de la encarnación; 3º) por la cual Cristo conoce su dignidad de cabeza del Cuerpo Místico. Por tanto, con mayor razón se diga que conoce su cualidad de Dios y de Mesías.
c) Desde el punto de vista teológico se debe argumentar por el lado de la unión hipostática. En efecto es este modo de unión que se da entre las dos naturalezas (divina y humana) en la sola Persona del Verbo el que plantea la necesidad de esta ciencia. Entre las dos naturalezas debe darse la máxima proporción posible; ahora bien, el máximo acercamiento del entendimiento humano a Dios se establece en la visión beatífica. Si de Cristo-hombre se puede y se debe decir 'Es Dios', con mayor razón debe decirse 'Ve a Dios' y 'Conoce que es Dios', pues es más 'ser' que 'ver o conocer' a Dios.
El Padre Francois Dreyfus en su libro 'Jesús, ¿sabía que era Dios?', explica cómo si bien no ha habido un pronunciamiento dogmático del Magisterio al respecto, debe ser considerada esta verdad como un elemento de la Revelación que el pueblo cristiano ha vivido siempre como una realidad en la que cree; la mayor parte de los cristianos siempre ha pensado: 'Si Cristo es Dios, evidentemente lo sabe'.
En cuanto a que todo esto se dio desde el primer instante de su concepción ya hemos visto el texto de Pío XII. Santo Tomás dedica una cuestión al tema, titulada 'Sobre la perfección de la prole concebida' (Suma Teológica, III, c. 34). Allí sostiene que tratándose de la Encarnación de la Persona del Verbo divino, la naturaleza humana por Él asumida debió estar adornada de excelsas prerrogativas desde el primer instante de su concepción; en el artículo 2, al hablar de la perfección del libre albedrío desde la concepción afirma: 'la perfección espiritual de la naturaleza humana que Cristo tomó no la fue adquiriendo por grados, sino que la poseyó por entero desde el principio'.
Del mismo modo, la tradición ha entendido de esta conciencia de Cristo el texto de Hebreos 10,5-7: 'Por eso, al entrar en este mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo - pues de mí está escrito en el rollo del libro - a hacer, oh Dios, tu voluntad!'. Puede leerse en este sentido, por ejemplo, el comentario de Santo Tomás (Lectura super Ad Hebraeos, X, I, nn. 485-492.)
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